Se durmió soñando que él también
podía volar. Despertó con la primera luz del amanecer y sus músculos se
tensaron como nunca, anunciando que era un día especial. Se vistió con la ropa deportiva
preparada la noche anterior, dispuesta como la primera vez sobre la silla de su
alcoba, y se calzó sus zapatillas de correr, un ritual que repetía domingo tras
domingo desde hacía muchos años. Pero hoy era diferente. Desde el ventanal,
observó a los cientos de corredores que se preparaban para afrontar los
primeros kilómetros del maratón. El ya no podía correr, se conformaba tan solo
con verlos volar sentado en su silla de ruedas.
Este microcuento tendrá segunda parte no?
ResponderEliminarMuy bonito!
bss
Tania
Dicen que segundas partes nunca fueron buenas.
ResponderEliminarGracias y un beso guapa!!