No sé si os pasa, a mí sí. Soy de los que echan de menos a los corredores con los que te cruzas habitualmente en los entrenos o en la calle. Si siempre vas a correr al mismo parque, terminas coincidiendo casi siempre con los mismos. En El Retiro, quizás sea más complicado, pues es mucha la gente que allí entrena y saludo a los conocidos cuando su velocidad y mi falta de aire me lo permiten. En parques más pequeños, como el de Berlín, el ambiente es más familiar. A parte de los que van antes de verano por la operación bikini o en las fechas próximas por la silvestrada, solemos ser siempre los mismos. Cuando el frío de verdad llega a Madrid, cuatro locos.
Todas las mañanas, cuando iba al trabajo, me cruzaba con la misma corredora. Puntual, a las 8:30. En verano, con su camiseta del Kanguro. En invierno, con su sudadera. Ella, trotando por la calle Cartagena. Yo, en coche, camino de la M30. Pinta de corredora de las de siempre. Hace días que no la veo. Y la echo de menos.
Al final, termina pasando que echas de menos a un desconocido, con el que no compartes más que un cruce de caminos y una afición.
Entrada editada el 5 de Noviembre de 2014
El pasado viernes, la sonrisa volvió a mi cara. Entré antes al trabajo y me crucé con ella, simplemente ha cambiado de horario. Estuve a punto de hacer sonar el claxon y saludarla. ¿Qué habría pensado? Mundo de locos.
Al final, termina pasando que echas de menos a un desconocido, con el que no compartes más que un cruce de caminos y una afición.
Entrada editada el 5 de Noviembre de 2014
El pasado viernes, la sonrisa volvió a mi cara. Entré antes al trabajo y me crucé con ella, simplemente ha cambiado de horario. Estuve a punto de hacer sonar el claxon y saludarla. ¿Qué habría pensado? Mundo de locos.