Su conciencia no podría soportarlo, pero pensó
que hacerlo de vez en cuando tampoco era tan malo. La primera fue en soledad,
con la misma euforia del adolescente que descubre el sexo. El subidón fue
instantáneo. La segunda, acompañado: Dos hombres y una mujer, tan sudorosos
como él mismo, compartieron el momento. Y, por fin, su tercera vez en un día.
Cuerpos de mujeres y hombres jadeantes le acompañaron al recortar la última
curva de aquel maratón. Ya era maratoniano, pero su conciencia le decía que
tenía algo de lo que avergonzarse.
Esta semana pensaba mientras corría que es mucho peor un subnormal que tira geles al suelo en el campo en carreras de trail que un recortador. No es que defienda a los recortadores sino que a veces se da el efecto manada y algunos siguen al primero. Pero el idiota que tira geles en el campo no sigue a nadie, no tiene disculpa.
ResponderEliminarSeñor Sosaku, para mí están al mismo nivel. ¿Efecto manada? Lo fácil en esta vida es dejarse llevar.
EliminarUn abrazo.